
Hace dos años trabajaba en una tienda de Barcelona. Un día, al ir al almacen a buscar unos productos, me encontré con esta simpática insectívora. Naturalmente, saqué mi cámara de bolsillo para tomarle un buen retrato a la luz de la calle, mucho más favorecedora que un golpe de flash. Después la volví a dejar dentro, para que diera buena cuenta de las arañas y las moscas que se colaban por el respiradero.