
Mientras esta inquieta libélula tomaba un rato el sol de la tarde, yo aproveché para tomarle este detalle de su torso. Puede verse muy bien la estructura de las alas y su anclaje al cuerpo del insecto. En el vuelo, esas alas tan delicadas soportan con gran ligereza todo su cuerpo, que es más voluminoso que el de los caballitos del diablo.