Cuando uno va a un observatorio de aves lo normal es que éstas se hayan posado demasiado lejos como para sacarles una foto decente por mucho teleobjetivo que lleves. Supongo que tiene bastante que ver cuando llega un grupo de escolares gritando "mira, mira, ¡cuántos pájaros!" y el último que cruza la puerta ya grita "pero, ¿dónde están los pájaros!". Las aves, que no son tontas pero sí prudentes, acaban descubriendo que el mejor sitio para posarse es lejos de la ruidosa caseta de madera.
Sin embargo, esta garceta blanca debía ser nueva en el vecindario porque fue a posarse en un tronco que había en el agua a muy escasos metros de nuestros asombrados e ilusionados ojos. Es gracias a su amabilidad y confianza que hoy aparece aquí en un bello contraste con el agua, también inusualmente limpia.
Aquí puede verse la sombra del observatorio sobre el tronco.