Ayer, cogí mi fiel cámara Fuji X-T2 con el objetivo todoterreno y me dirigí al Museo de la Ciencia de Barcelona, dispuesto a pasar un día entretenido; después de guardar en mi pequeña bandolera todo lo necesario, sin olvidar la reglamentaria manduca. En algunos museos ya sabéis que está prohibido realizar fotografías, pero en éste la diversión está garantizada para toda la familia, incluido el fotógrafo dominguero. Bueno, en este caso, sabadero.
Nada más llegar, la sorpresa de este cronista de pacotilla fue mayúscula. Pues me encontré, nada más bajar a la última planta por la rampa en espiral, una magnífica exposición del gran Sebastiao Salgado, Génesis. Lástima que no encontré por allí al interfecto porque me dieron muchas ganas de preguntarle si dispara siempre con una Fujifilm en modo Acros, a la vista de sus magníficas fotografías en blanco y negro. ¡Jeje, guasón que es uno!
Allí al lado, me encontré con los pingüinos de Madagas... perdón, perdón, con unos pingüinos la mar de simpáticos que miraban un estupendo documental sobre la base española en la Antártida.
Y, ya en el interior, la exposición habitual sobre el despertar de la conciencia en el hombre primitivo con sus magníficas representaciones de gran realismo.
Pero la estrella, sin lugar a dudas, era el impresionante montaje de un esqueleto completo de Tiranosaurio Rex que dejaba boquiabiertos a todos por sus increibles dimensiones.
En el Museo de la Ciencia hay gran cantidad de actividades para tocar, experimentar y aprender de la manera más didáctica todos los fundamentos de la ciencia moderna.
Las exposiciones son muy variadas e interesantes, abarcando campos muy diferentes en el desarrollo de nuestra civilización.
Los restos arqueológicos y geológicos están ahí también para dar fe de los más misteriosos orígenes de nuestro mundo prehistórico.
En resumen, un día muy bien aprovechado gracias a una visita que considero muy recomendable e imprescindible para cualquiera que pase por Barcelona haciendo turismo.
Nada más llegar, la sorpresa de este cronista de pacotilla fue mayúscula. Pues me encontré, nada más bajar a la última planta por la rampa en espiral, una magnífica exposición del gran Sebastiao Salgado, Génesis. Lástima que no encontré por allí al interfecto porque me dieron muchas ganas de preguntarle si dispara siempre con una Fujifilm en modo Acros, a la vista de sus magníficas fotografías en blanco y negro. ¡Jeje, guasón que es uno!
Allí al lado, me encontré con los pingüinos de Madagas... perdón, perdón, con unos pingüinos la mar de simpáticos que miraban un estupendo documental sobre la base española en la Antártida.
Y, ya en el interior, la exposición habitual sobre el despertar de la conciencia en el hombre primitivo con sus magníficas representaciones de gran realismo.
Pero la estrella, sin lugar a dudas, era el impresionante montaje de un esqueleto completo de Tiranosaurio Rex que dejaba boquiabiertos a todos por sus increibles dimensiones.
En el Museo de la Ciencia hay gran cantidad de actividades para tocar, experimentar y aprender de la manera más didáctica todos los fundamentos de la ciencia moderna.
Las exposiciones son muy variadas e interesantes, abarcando campos muy diferentes en el desarrollo de nuestra civilización.
Los restos arqueológicos y geológicos están ahí también para dar fe de los más misteriosos orígenes de nuestro mundo prehistórico.
En resumen, un día muy bien aprovechado gracias a una visita que considero muy recomendable e imprescindible para cualquiera que pase por Barcelona haciendo turismo.
