
Paseando por los campos cercanos a la orilla del río Llobregat me encontré con este pedazo de cacho de avispa de unos 4 cm. Debió pasar la noche abrazada a la ramita de la planta y así me la encontré. Se abrazaba incluso con las mandíbulas, sorprendente. Me fui acercando, ya desde lejos, disparando fotos con el flash, como es habitual con elementos peligrosos. Cuando más cerca estaba de ella, de pronto soltó la ramita de sus mandíbulas, giró la cabeza hacia mí y "me miró mal". Fue la última foto que le hice.