
He de recalcar lo de «real», no vayáis a pensar que era de plástico. Lo digo porque, a pesar de estar tan cerca como para tomar este plano, allí permaneció sin asustarse hasta que me fui. No sólo tuve tiempo de hacerle varias fotos sino que a mi lado había varios dibujantes, tan contentos como yo, gozando de la confianza que demostraba tan hermosa ave a nuestra cercana presencia. ¡Y todo esto sin tener que engatusarla con ningún pescado! A pesar de poder volar en libertad, debía ser otra inquilina del Zoo que, como los flamencos o los pelícanos, no se encuentran atrapados por ninguna red metálica.